sábado, 22 de agosto de 2020

ORION


Hay una constelación muy especial que se puede ver en ambos hemisferios: Orión. 

Siempre me gusta mirar al cielo y buscarla. Es fácil ubicarla porque lo primero que ves es su cinturón, formado por tres estrellas casi en línea (Mintaka, Alnilam y Alnitak, los tres nombres provienen del árabe). De ahí, afinando un poco el ojo y ya puedes ver la espalda del luchador, su garrote y hasta las sandalias. 

Hoy miraba hacia el cielo y buscaba a Orión. No estaba. No sé por qué buscaba antes ese grupo de estrellas, pero ahora sí. Yo te la señalé, recuerdas, hace mucho mucho tiempo ya. Sí, el tiempo pasa volando. Te la señalé una noche que caminábamos juntos sin presagiar nada de todo esto que es el mundo lejos el uno del otro, tan o más lejos de lo que están esas estrellas de nosotros. 

Ahora no puedo verlo, es como si el muchacho se hubiese escapado o escondido de nosotros o de mí, porque se me ocurre que quizás otros si lo puedan ver, menos yo. Creo que si fuese Orión también evitaría presentarme. Claro, eso de acompañarnos en las noches y ahora pues, o se iba contigo o conmigo o se iba, sabe dios, a hacer qué cosas. Sí, quizás tú sí puedas verlo, quizás Orión se fue contigo y me dejó a mí. Esto de estar encerrado en casa a uno le carcome el razonamiento y ya no sabe si está pensando o soñando. Es más, ni siquiera sé si de verdad estoy escribiendo o sólo es mi imaginación la que me hace escuchar el teclado de la computadora. Volviendo a Orión, decía que sí, que quizás se haya ido contigo. Después de todo, eres mejor compañía que yo. No sabría que contarle o decirle a Orión si me visitase todas las noches. 

Quizás un día vuelva a ver al buen Orión y no sé si tendré entrañas para preguntarle dónde ha estado todo este tiempo, porque me dará miedo que me confirme lo que acabo de pensar y luego no tenga tiempo para morderme la lengua y le pregunte por ti.

miércoles, 12 de agosto de 2020

LA PALABRA Y TU RETRATO

A todos nos ha pasado aquello de repetir una palabra tantas veces seguidas que la palabra se disuelve, pierde sentido y sólo es un ruido deforme, absurdo, que ya no comunica nada. 

A veces pienso si puede suceder lo mismo con otras cosas. Ahora, por ejemplo, he puesto frente a mí tu retrato y he hecho el ejercicio de observar todos los elementos que la componen, todos menos tú, a ti llegaré después. El fondo, el marco, las iluminación, los colores. Después de que todo eso se ha convertido en simples manchas, he regresado a tu rostro, tu pelo, la ropa que llevabas puesta esa tarde, tus manos, las joyas. He repasado las líneas, las he dibujado, he pintado, he reinterpretado el conjunto, el disuelto los colores, he desordenado las formas hasta que ya no sea tu retrato. Ningún recordatorio de ti. 

Puedes repetir una palabra hasta la náusea, pero, no hasta el infinito. En algún momento dejarás de pronunciarla, sólo para verla volver un día, y sorprenderte con la claridad que encuentra tu memoria en su significado y no podrás hacer nada para evitar evocar todo lo que la palabra contiene.

Lo mismo pasa con tu nombre y con tu retrato.

miércoles, 5 de agosto de 2020

¿QUÉ SABEMOS DEL AMOR?

¿De qué hablamos cuando hablamos del amor? Se pregunta Carver ¿Qué sabemos del amor? Se emocionan Bacilos en una bonita canción que está de fondo mientras escribo. Calamaro anunciaba que No se puede vivir del amor. Y, a pesar de todo, hay miles, millones de personas hablando del amor. Del amor romántico, del amor sexual, del amor heterosexual, del amor de pareja,
que love is love en junio. Del amor que nadie sabe qué es en realidad. Y, claro, también del desamor.

Me pregunto qué nos lleva a unir nuestras ropas con las de otra persona ¿Qué nos empuja a buscar, a veces con desenfreno, a ese alguien? ¿Cuándo cortaron en dos las naranjas y las desperdigaron por ahí? ¿Cuándo hizo su entrada el Príncipe Azul? ¿Cuándo se sentenció para siempre en el altar? ¿Cómo entró esa chica en mi corazón? Por amor, explica José Luis Perales.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? Se preguntan en el cine.

Y aun así hemos dicho TE AMO con total convicción.

Amistad, complicidad, brillo en tus ojos, mariposas en el estómago. Me cago de amor, nos ponemos hasta escatológicos. Compatibilidad, ternura, oler su pelo, verte dormir, tomarnos de la mano, caminar juntos, hacer planes. Hacer el amor.

Buscar a alguien que colme todas o casi todas tus expectativas, que vaya contigo porque tú quieres ir con ella, que no se vaya, que te quiera, que se cuiden, que le desees, que le seas suficiente. Que te sea fiel ¿O leal? ¿Y el poliamor? Quizás aprendimos que el amor está hecho de retazos que encontramos esparcidos en más de un alma.

La casa, la rutina, los hijos, los recuerdos, otra vez la rutina. Tantos años juntos.

Al final, los finales. Las despedidas. Cuando se acaba el amor, se desgrana Guillermo Dávila. Te amo, yo tampoco. Adiós amor, desafina Mar de Copas. Gran bienvenida al Club de los Corazones Solitarios.

Fito Páez trata de describir lo que es El amor después del amor. Yo, que he visto muy de cerca juicios de divorcio, me angustio con José José preguntando ¿Dónde está el amor? mientras veo a dos personas, que algunas se amaron, lanzarse puñaladas de tinta y papel autorizadas por un abogado experto en divorcios (todos los abogados son especialistas en sacarles plata mientras ustedes se sacan los ojos).

Volver a empezar, si aún te quedan ganas... y tiempo.

Mientras tanto yo estoy aquí, como hace treinta años, balanceando mi cuerpo preguntando con Haddaway, What is love?



ANIVERSARIO

Del big bang en nuestros labios del inicio del resto del desplome del pasado del futuro ahora presente de los poemas que escribieron tus bra...